domingo, 15 de marzo de 2015

CONCERNING TERRY



No pretendo hacer una loa literaria de las enormes cualidades como escritor que poseía Terry Pratchett: cientos de webs literarias han dejado ya con justicia testimonio de ello.
Tampoco suelo hacerme eco, más allá de un apenado encogimiento de hombros, de los fallecimientos que con notarial puntualidad la red nos va notificando: Tal o cual cantante, tal o cual escritor, tal o cual actor...
Ésta ha sido una semana muy triste: desde que el 12 de Marzo se hiciera pública la noticia de que Sir Terry Pratchett había dejado el mundo para evitar atascos, tengo un nudo en la garganta. 
Los libros de Terry han significado para mi muchas veces una tabla de salvación en momentos realmente complicados de la vida: los atesoraba para tiempos realmente malos, como quien guarda el vino bueno, o el Punto de Fuerza por si el suelo desaparece súbitamente debajo de uno.
Bueno, cosas mías.

O tal vez no.

Una de las cosas de las que me he dado cuenta esta semana a medida que iba leyendo las noticias y homenajes que tanto los periódicos como los fans hacían a Terry era que ese sentimiento era bastante común entre sus lectores: "Estoy al borde de las lágrimas", "sus libros me acompañaron en épocas difíciles", "siento que se ha ido un gran amigo"... 
Nunca había leído nada parecido de ningún otro.

Eso me ha dado que pensar sobre su grandeza no sólo como escritor, sino como persona y, si escribo esto ahora contra mi costumbre, es porque Terry no era un escritor como los demás. Terry era Terry.

Siempre es triste que muera una persona con talento. Recuerdo haber recibido con pesar la noticia del fallecimiento de grandes escritores y con la sensación de que el mundo será un poco más aburrido sin ellos, pero con ninguno he sentido que se me iba un amigo.
Un escritor puede plantearte futuros distópicos, hacerte reflexionar, agrandarte como persona, hacerte soñar con maravillas nunca vistas, pero nadie como Terry Pratchett te hacía pensar tanto en el ser humano, con nuestras miserias, ambiciones, esperanzas...

Las obras de Pratchett rebosan de un profundo conocimiento del corazón humano y un profundo amor por las personas corrientes. Son cientos los pasajes de su obra en los que nos muestra detrás del velo de una escena épica que hay gente anónima tirando del carro, levantándose temprano, que alguien ha tenido que quedarse toda la noche puliendo la armadura del jefe para que brille de ese modo al amanecer.
Pero Terry consiguió algo que parecía imposible antes de él: Unió lo mejor de dos visiones hasta entonces irreconciliables, la Fantasía y la Realidad.
Sin abandonar los cánones del género Terry le dio la vuelta al espejo para que al final nos reflejase a nosotros: muchas de sus novelas son feroces críticas usando el humor como ariete. Ya lo decía Neil Gaiman al referirse a él: "la gente piensa que Terry es un hombre divertido, pero en realidad es un hombre enfadado".
Enfadado con los poderosos, con los ambiciosos, con los que creen que el mundo se ha creado para su beneficio.
Lo que diferencia a Terry de los demás escritores es que él estaba en sus libros, podías palpar su humanidad a través de sus obras, y era una humanidad cálida, tierna y valiente, que te dice: hasta el mayor de los héroes tiene que lavarse los calcetines.

Y ahí estamos nosotros, justo en ese momento -oh, casualidad- lavando nuestros calcetines y pensando: "entonces... yo podría ser un héroe".

Buen viaje Terry. 

Nos vemos cuando acabe el atasco.